Crecí escuchando a mi madre nombrarme y definirme como una niña seria, buena estudiante y muy responsable. Sí, esa era yo desde su poderoso cristal.
Mi madre, como todas las madres que conozco, tenía muy buenas intenciones y sé que desconocía el devastador efecto de sus palabras.
Pero lo tenían. Todas las etiquetas (o formas varias de definir a nuestros hijos) en realidad lo tienen, ya sean positivas o negativas.
¿Por qué?
¿Te gusta lo que lees?
Si te está gustando, suscríbete gratis a mis Revelaciones por WhatsApp.
Voy a seguir sirviéndome de mi propio caso para intentar explicarlo.
Como no podía ser de otra manera, ya de muy niña me convertí en lo más parecido a lo que mi madre nombró; siempre la mejor de la clase, la que sacaba dieces, la empollona, y con grandes dificultades para dejarme llevar, con esa actitud seria y responsable que me caracterizaba.
¿Qué infancia más divertida, verdad?
Sí, las etiquetas son así, son como un estigma que te marca de por vida. No importa que sean buenas o malas, pero te definen, te condicionan y te limitan.
El caso es que los adultos somos los que nombramos cómo son las cosas, por eso, para un niño, lo que decimos, es.
El niño pequeño (el adolescente, ya es otra historia) cree en sus padres, no pone en duda lo que escucha de boca de papá o mamá.
Y esto es así, porque necesita tener una identidad, un lugar suyo, único e irreemplazable en el seno de su familia.
De esta manera, sin darnos mucha cuenta, todos los días decimos palabras que definen a los niños; que es un llorón, o muy tímido, o un cabezota, o un pesado, o divertido, o un poco malo, o muy inquieto o el más listo.
Entonces el niño empieza desde los cero años, a forjarse un “personaje” que le definirá. Y como los adultos al mirarlo, miramos y seguimos nombrando su personaje, entonces para ser mirado, se esforzará por hacer el mejor papel de ese “traje” que le hemos asignado, ya sea positivo o negativo.
Lo más terrible de esto (que nos ha pasado a todos) es que es la semilla que provoca que el niño se pierda de sí mismo.
Porque cuando un niño, de tanto escuchar a sus padres se convence a sí mismo que es vago o nervioso, o responsable, o lo que sea que le digamos, queda atrapado en un circuito; como es así, tiene que hacer todo lo posible para seguir siendo así, para ser algo.
Se queda sin poder probar otras posibilidades, pierde su libertad de ser.
Y es entonces cuando empieza también a no registrarse a sí mismo, ni lo que realmente le pasa, lo que quiere, lo que siente,… y llega a la adolescencia, a la edad adulta, sin saber quién es, y por tanto desconectado de su ser esencial.
Pero, ¿qué podemos hacer como padres para no encarcelar a nuestros hijos en un personaje?
Como propone Laura Gutman (a quien, como ya te conté aquí, admiro y con quien me he formado):
- Observarlos, alentarlos y admirarlos sin reducir sus acciones a ninguna etiqueta establecida.
- Estar atentos a no encasillarlos en sus habilidades.
- Para evitar el desliz de mirar su personaje, sería ideal conversar con ellos, saber qué es lo que les pasa, qué sienten, qué dificultades tienen, qué necesitan de nosotros, en lugar de que ellos nos escuchen hablar refiriéndonos a ellos.
Y yo añadiría… Si ya lo has dicho, y no has podido evitar decirle algún adjetivo, añade algún adverbio temporal del tipo «ahora, hoy, esta mañana» para no encasillarlo para siempre, sino sólo en este momento. No es lo mismo decir «Qué vago eres» a «Qué vago eres hoy».Se puede. Es cuestión de cambiar nuestro foco de atención y ser conscientes de nuestras palabras.
Y a ti, ¿cómo te definía tu madre, o tu padre? ¿Cuál era tu etiqueta? ¿Cómo crees que esa etiqueta te ha podido afectar?
<<Lo que encierra a cada niño dentro de un personaje cualquiera, y lo obliga a jugar hasta el final de sus días dicho personaje, es la palabra del adulto. Es el adulto quien le da nombre al niño. Le da una identidad. – Laura Gutman>>
¿Te gusta lo que lees? Introduce tu email para recibir las novedades: |
9 respuestas
Hola Aguamarina: Acabo de leer este artículo de tu blog, y estoy muy interesada en profundizar en este tema que me parece crucial en la educación de nuestros hijos. Me suena muy bien lo que leo, pero no tengo certeza de saber cómo actuar en muchas situaciones concretas, por ejemplo, ¿hasta que punto es conveniente o perjudicial decirle a mi ni pequeña hija lo linda que yo la veo o lo bien o mal que ha hecho tal o cual tarea?
¿me puedes recomendar otras lecturas para entender mejor las consecuencias de lo que yo digo? ¿debo o no premiar verbalmente una actuación de la niña cuando tiene algún «logro»?
Ese tipo de cuestiones me gustaría tenerlas claras (y además acordarlas con su papá) y ahora no las tengo.
Mi hija es todavía una bebé de 4 meses, pero desde ahora creo que debemos poner atención en todos estos asuntos
Gracias por tus recomendaciones y sugerencias, y felicidades por tu nueva página
saludos cordiales,
Raquel
Hola Raquel,
Quizás te pueda interesar este artículo donde hablo de este tema de premios y castigos: https://demicasaalmundo.com/en-esta-casa-no-castigamos/
Muy buenas,
Antes de nada quiero darme las gracias por este blog fabuloso.
Este tema de etiquetar y encasillar nunca me ha gustado y ahora que tengo un bebé no logro que la familia no paré de decirle lo travieso o lo bruto que es. Cómo podría gestionarlo?
Un saludo y muchas gracias
Darte las gracias a ti, por supuesto. Ha sido un error erro escribir!
Hola Laura. Es posible que Aguamarina no haya visto este comentario, a veces los comentarios de posts antiguos se pierden (lo digo porque yo también tengo un blog y aunque intento leerlos todos, alguna vez he descubierto uno meses después y no sabía cómo era posible que no lo había visto). Te respondo lo que yo pienso, aunque no soy una experta y dejo claro desde ya que es solo mi opinión.
Yo creo que la última palabra la tiene la madre. Aunque los familiares pueden afectar, si la madre no «confirma» lo que han dicho, al niño no se le van a quedar tan grabados en la cabeza. Puedes preguntarle si él cree que es travieso o bruto (cuando hable) y si él dice que sí, pues que así sea, y si dice que no, pues que entonces no lo es. La última palabra la tiene siempre la madre. Hay unas conferencias muy interesantes en youtube que hablan sobre la influencia de la madre en la educación e incluso sobre la influencia de nuestra madre en el tipo de madre que nosotras somos, de Yvonne Laborda, que sigue también la línea de lo que dice Aguamarina y Laura Gutman. Te dejo enlace a una de ellas (bastante larga, yo me la tuve que ver a trozos porque con mi peque no podía verla toda de golpe). Espero que te ayude a aclarar tus dudas. Un abrazo!
https://www.youtube.com/watch?v=0pp-SGgv6B0
Aguamarina he comenzado a leer cada uno de sus artículos y me han gustado bastante.
Creo absolutamente en el efecto que producen cada una de las etiquetas en un niño que está comenzando a vivir y lo que sucede a lo largo de su vida.
Me estoy estrenando como madre, mi hijo tiene ya tres meses y tengo una pregunta:
El padre de mi hijo suele llamarle mi príncipe, mi rey…hace comentarios como que él es un príncipe; de que manera está etiqueta puede influenciar en la vida de mi hijo?
Gracias por su oportuna y posible respuesta.
Que dificil!!! Yo le digo a mi hija q es una mujer libre, compasiva, dulce, valiente y respetuosa, amorosa y solidaria ah y capaz!!!!
Porque de todo lo q uno lee… lei q uno debe decir cosas positivas…
Pero obvio encasilla…
ami mi mama me etiquetaba de q era igual a um tio q tenia q era drogadixto y vago..me entristese recordarlo xq tal cual m esforze para serlo
Muy buenas notas